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Poemas
EL SONIDO DE LAS SEMILLAS NUMERADAS
OLVIDOS
Déjame escribir sobre lo que no recuerdo, lo que está detrás del sol poniente,
lo que busco detrás de los paisajes mientras calla la luz
en la tarde inveterada del oprobio y la vergüenza.
Déjame escribir sobre aquel día que no vuelve
y ha dejado alguna sombra misteriosa en el panel de la memoria.
No recuerdo que algún día me mirases como lo haces hoy,
tampoco sé de las leyes que hemos establecido inconscientemente,
ni las palabras que aprendí en la infancia. Quizá estén llenas de ti.
No recuerdo la película más tierna…
Son cientos y miles de libélulas bailando los segundos
sin posarse siquiera en la mesa, o junto al fuego.
Quizá sobrevivan en los ríos subterráneos, en los acuíferos del alma,
o estén guardados en algún cajón que desconozco,
esperando el momento de los abandonos,
donde tú recojas los escombros.
Deja que se revitalice la noticia que nunca recibí
y que espero impacientemente.
Esta es mi exposición de ausencias,
por si alguien se reconoce en ellas.
¡Sigue mirándome de esa manera…!
DESORDEN
Buscas el orden de las cosas,
fotografías con microscopio de luz la cadena del ADN,
colocas la Estación Espacial Internacional en tu pupila,
y pones en tu lista de hallazgos la estrella más lejana
como si con ello tu corazón latiese más humanamente.
Diseccionas los tejidos celulares subcutáneos,
las arterias, los nervios y los músculos,
y predicas que esos cuerpos-almas no tienen alas.
¿Ah, sí? ¿Las tienen? ¡Buscaremos patentarlas!
Se fabrican en serie los miedos,
y se marca en el logotipo del mercado la inhumanidad.
Clasificamos a las personas por su hambre,
y etiquetamos las cosas con billetes falsos
en franquicias de vida no-eterna.
El naufragio está consumado.
¿Te quejas cuando des-amanece?
No me extraña.
CIFRAS
El pueblo de los números
te ha atado a la estadística.
En las calles transitan, nada más,
corazones congelados.
Hay choques de éste contra aquel,
árbol de la vida que decrece,
savia aspirada desde la raíz…
¡Oh la retracción de los nutrientes!
No hay gestos que inviertan la tendencia.
La insensibilidad se hace cizaña
y crecen las distancias de la inclemencia
hasta cero grados de humanidad.
Pero las golondrinas reinician el vuelo
de las flores, los albatros destilan calma,
y te empeñas en la ruta donde cantas
la belleza desnuda, luz del alma.
Es tu forma de escuchar el sonido de las semillas numeradas.
¿DE QUÉ HABLAMOS…?
El amor no tiene territorios, ni afluentes, ni mares.
No se almacena en el granero de las frases hechas, por más bellas que sean.
No escala en la torre de una princesa o en el balcón de una bella enamorada.
No huele a esencias de romero ni de madreselva.
No ata, piénsalo bien, no ata. Deja distancias. Ama la libertad de la luz, los árboles y el viento.
No tiene miedo cuando baila con la música y sus instrumentos.
No tiene raza, aunque nos tiemble la voz al decirlo.
No tiene idioma. Sobrevuela los acentos ancestrales.
No tiene prisa, su destino es el aliento, y nunca lo pierde, por más que lo incendian.
No se cansa, no. Sube todos los días del valle a la montaña.
No tiene pañuelos para secar el llanto, le basta no haberlo provocado.
No se olvida de los muertos, pero menos de los vivos, y no descansa hasta que cada vivo viva.
No es un cuento cuando, lleno de dicha, vibra en el cuerpo, y en los ojos entornados se oyen los latidos del silencio.
Sí conoce la tristeza, pero no ama sus raíces, y no se jacta de ella, ni la contagia.
El amor escucha lo que saben decir los sueños.
LA MALETA
He dejado, esta vez, el equipaje en la puerta.
Quería entrar conmigo en la casa
y no se lo he permitido. Viene con las heridas y sus vendas.
Regreso al nido alto, allí donde la luna está cerca.
Estos nuevos pasos han sido precavidos.
Se han paralizado solos, sin haberlos encendido.
Me han buscado en la desnudez de lo no visto,
y enseguida se han quejado del frío, mirando hacia atrás,
como quien añora lo perdido,
con dudas en el descampado,
y la dicha evaporada entre los dedos del río.
¡Uf…! Algo bulle en fragor de gritos.
Echo en falta las heridas y las vendas,
¡ah, las vendas!, aún no sé para qué servían.
Así que abro la puerta y vuelvo a la calle,
allí donde me espera, fiel, el equipaje.
Prefiero seguir andando a tientas, con el peso a cuestas.
Segundo premio Certamen de poesía Univ Deusto 2017
OTXARKOAGA
Duele el barrio.
Duelen sus maletas viejas, guardadas en la memoria marginal
de una historia compartida sin vallas ni fronteras.
Duelen las esquelas a puñados coqueteando con la muerte en rincones olvidados
y un dolor que inyecta resistencia a madres coraje.
¿Quién podrá aullar con más nitidez en su memoria?
Duele su sinfonía rota de cemento, sus esquinas,
sus escaleras marcadas por la lluvia de ancianas reptando
con las bolsas de la compra en sus laderas.
Duelen sus bloques de llanto, sus entrecortadas risas,
la abrupta impunidad que propicia la indefensión,
los jardines silenciados con cemento, sus aceras de pedir,
sus desesperanzadas amenazas, su abatimiento.
Duele la vista cansada de mirar desde el silencio cómo huye el miedo
entre lágrimas y amenazas que a veces vagan solas
con los fantasmas de alejamientos familiares y su desamparo.
Duele el barrio como unas castañuelas que repiquetean sed entre las plazas.
Duelen los pies fríos en el invierno de calefacciones yermas.
Duelen los medios de comunicación que hurgan en las heridas
y no rubrican el trazo vivo de la luz en sus pupilas mañaneras
cuando el alba lo saluda en la palma de su mano abierta.
Pero en tus lágrimas, Otxarkoaga, hay crisol de estrellas
y arcoíris de esperanza.
Cuando parpadean las sábanas en los balcones,
cuando el viento aventa tu crespón de ayes,
coloco en mi ventana un paño blanco donde se retratan
corazones generosos que entran por las cañadas,
por cunetas no transitadas, por las utopías más altas.
Entonces se me cambia el gesto y veo las raíces del mar en tus entrañas.
Entonces levantas la frente, ¡ay!, dulcificas la mirada
y el horizonte besa manos abiertas, conciencias tranquilas, que relucen satisfechas.
Entonces, sí, ya no duele tanto el barrio, huyen los lobos,
y no duelen las cicatrices suturadas.
Hay un despertar de primaveras que laten,
urgen brotes de solidaridad en sus entrañas.
Hay luz en los rostros que transitan sus mañanas,
y una confabulación de gestos solidarios
que escriben derecho entre tanta línea torcida y su fatiga incendiada.
(Publicado en el poemario Cien poetas en mayo, Vitoria, 2018)
LO QUE NO HUYE
En un vuelo de palomas blancas
y ramas de olivo,
el cielo huye
de la carne humana troceada.
Pregúntale a Francis Bacon.
Ruidos de motores ancestrales
siguen cargando el aire.
Con su odio y su áspid
lo espantan.
Pregúntale a Picasso.
¿No lo oyes?
En la maqueta de un despacho helado
mueren Dresde, Leningrado, Hiroshima,
Alepo, Gernika… y el hambre.
Pregúntale a las personas refugiadas.
Miles de pupilas ensangrentadas
alzan su mirada,
lágrimas secas, dolor y desamparo,
rugosidades del alma.
Pregúntale a la infancia perdida de la infancia.
Desde las ruinas del mapa
aún queda espacio para mirar al cielo
y reponer el olivo
y la esperanza.
No hay segundos que perder,
el monstruo avanza,
con presupuestos de guerra
manchando tus manos blancas.
Déjalas sueltas, manantial de humanidad.
De ti y de mí dependen
para volar a ras de tierra,
con justicia cien, y cero armas.
¿Cómo respirar sin que huya el cielo?
¿Cómo limpiar el aire de metal?
Basta caminar, mano a mano,
en la más incruenta de las batallas.
PERSEVERANCIA (jueves)
Allí donde retoñan los sueños
hay un refugio
para la quietud.
Los pasos del día
extravían sus ausencias.
Caen de abajo arriba
en búsqueda del azul.
Tras la cometa,
dedos infantiles,
desterrados ya de la memoria,
no desesperan.
Van soltando el hilo del tiempo
hasta el viento de promesas.
En la fuente de la tarde
beben agua fresca.
José Serna Andrés. "Ciclo de vuelos bajos". Ed. Amarante.
UNA OLA DE DOLOR EN NUESTRAS COSTAS
El mar de la sangre ha llegado hoy a las costas de nuestro corazón,
como lo hizo antes en Londres, en París...
Una ola de dolor concita lágrimas negras
en el regazo de nuestros sentimientos
y abrazamos los cadáveres tendidos en las Ramblas,
el centenar de víctimas heridas que supuran
preguntas sin respuesta. Duele esa ola de dolor y sufrimiento que invade el mundo,
como lo hace en Siria, en Irak, en Afganistan,
en el norte de África, en el centro,
y en todos los países a los que vomitamos
nuestras empresas de armamento y odio disimulado
que tantas olas de dolor provoca en ese mar de sangre
comprada por los traficantes ideológicos
y económicos de la muerte. Ha llegado la ola de dolor a nuestras costas,
como llegan los náufragos del mar y sangre de la guerra
a nuestras insensibles fronteras.
Nos queda reciclar el corazón,
no alimentar el áspid de odio e injusticias.
Nos queda lo que ya no cabe en estas palabras.
ONDAS DE LUZ
La luz dormida en reflejos de agua
e ilusiones descalzas
busca el relente de una conquista infantil
olvidada.
No puedes beber el mar enfermo,
su brisa te mancha.
Orígenes oscuros, depredadores sin alma,
rompen la inocencia y trizan la llaga.
Se ha plisado el amanecer,
en arrugas y en llamas.
Las olas de betún
han quedado mudas, pero no calladas.
¡Algún día arderá el mar
y nunca más estará en calma!
¿Cómo podrá ya dormir la luz
si se acunan tus pies en playa matada?
¿Cómo repicar campanas de amor?
Sabe el horizonte que no han muerto tus pasos,
ondas de luz los acompañan.
Aportación al libro: "Filipinas, tierra de tifones"
ODA MARGINAL
No soy hombre,
no soy mujer.
Soy un ser que vela
las armas tercas
de la dignidad y la ternura.
Cuando el atardecer anuncia
la hora de sembrar sueños
en los surcos blancos de la mañana
me dispongo a dormir al raso,
entre los insectos del desprecio
y las lombrices de la prepotencia.
No quiero que nadie manche los sueños.
No quiero que nadie,
con su conciencia ética puesta al revés,
como un calcetín de colores obscenos,
contamine uno sólo de los rayos de la luz
que regala el horizonte
entre las aguas limpias del alba.
He de acunar las olas de la esperanza.
He de brindar, al reflejo de la luna,
por la felicidad desnuda
para que el cofre de la dicha
vuele en la cometa de la vida,
y a medida que se suelta el hilo,
el coro de abrazos incontenidos
escriba en letras de cristal
tu nombre,
el mío,
y el nuestro,
como una muestra de amor,
como una manifestación de corazones encendidos.
Pero yo sé que en cualquier momento
van a morir los besos.
Sé que en algún lugar
de esta sombra evanescente
se agazapan, con astucia,
las empresas de ingeniería que diseñan,
concienzudamente,
la desdicha.
Sé que en los pliegos del surco,
ante el que velo estas armas
de dignidad y de ternura,
se esconden los micrófonos ocultos
de palabras y deseos malditos
que contaminan la dulzura
con sus brutales instrumentos de tortura cotidiana.
No soy hombre,
no soy mujer.
Soy un ser que abre sus branquias
al agua salada del sufrimiento ajeno
y en un acto de solidaridad
acuno el arco iris,
me zambullo en las notas
de una melodía perfecta,
y transporto miradas recias
hacia la encrucijada del tiempo.
Pero sé que no es suficiente
con paliar la furia de los buitres.
El viento de la desesperanza
entra por las rendijas de la injusticia,
por los poros de la desigualdad,
por los socavones negros de la violencia,
y se adueña, con su orondo arco de triunfo,
del reino de las sombras.
Pero porque no soy hombre,
ni soy mujer,
porque soy un ser
que ama,
y lucha,
y sueña,
seguiré alerta hasta que llegue el alba,
velando las armas de la dignidad,
de la ternura,
antes de que la guadaña
de la indiferencia
amontone ayes verdaderos
sobre los almidonados gritos del mercado,
antes de que la turbia escarcha
de sonrisas congeladas
lance sus dardos de dominio
sobre el mástil falso de la mera apariencia,
antes de que el último suspiro
de la discriminación de cuello blanco
y corbata con aros de serpiente
se filtre por la agonía de la primavera.
Si me prometes no ser hombre,
no ser mujer.
Si me prometes solo ser,
sin engañosas intenciones
de blindar el corazón
a base de doblegar conciencias…
Si me prometes la lealtad de ser
sin extrañeza de haber nacido al alba,
te enseñaré el secreto abisal del mar en calma,
te ayudaré a otear el resplandor
que mueve montañas.
Tú estás aquí,
al lado,
y yo te invito a que veles conmigo
las armas de la dignidad y la ternura,
la llave de la puerta
que da acceso al ser,
sin ser –valga la redundancia-
otra vez hombre,
otra vez mujer,
avasallada.
José Serna Andrés
(Del poemario Surcos)
Al niño de la guerra
¡Ay,
que se muere de miedo
el niño de la guerra!
Que entran en sus latidos
bocas de metralla.
Que su grave delito es
haber nacido
en un lugar
y a una hora
equivocadas.
¡Ay,
que se muere de miedo
la inocencia!
Vendrán los soldados
a ensuciar los sueños,
a violar la sangre desheredada,
a colocar sus miembros cercenados
en el altar
de Marte.
(Publicado en el libro Espejos en el aire)
DEMANDA
Déjame que cosa la palabra rota
para que reviva el mundo.
Déjame suturar heridas
para que llore el dolor del niño
abandonado,
de la niña a la que aplastan los pechos
contra la lujuria
ajena.
Déjame que lancee su costado
para que brote
agua de dignidad
en todas los yugos forzados.
Déjame tranquilo,
con mi conciencia para mí mismo,
no sea que al recoger los pétalos
de las palabras rotas
se fecunde la cordura.
Déjame en paz con nadie mismo.
(Publicado en XX Certamen experiencia y vida, gobierno de Extremadura)
CICLO
Escucho el rumor del día,
su llegada lenta
hasta los párpados.
La vida me habita
y entra desde la calle
a las habitaciones del alma.
Cierro los ojos para ver
y escucho lo callado.
La piel camina
en los poros del alba.
Nada se repite en el rocío.
La savia de los sueños
viste los latidos.
Si tropiezo en la llama
no será
por un mal encendido.
Y si la noche vuelve
en su caricia
percibirá de nuevo
el susurro del día.
(Publicado en libro XX Certamen experiencia y vida, gobierno de Extremadura)
HIGIENE
Los residuos de la vida
se van quedando ocultos
bajo la alfombra de la historia.
No importa.
Un día, un siglo...
Siempre salen a la luz
de la inocencia.
Las horas falsificadas
se limpian
en el agua del tiempo,
ellas solas.
(Publicado en libro XX Certamen experiencia y vida, gobierno de Extremadura)
que se muere de miedo
el niño de la guerra!
Que entran en sus latidos
bocas de metralla.
Que su grave delito es
haber nacido
en un lugar
y a una hora
equivocadas.
¡Ay,
que se muere de miedo
la inocencia!
Vendrán los soldados
a ensuciar los sueños,
a violar la sangre desheredada,
a colocar sus miembros cercenados
en el altar
de Marte.
(Publicado en el libro Espejos en el aire)
DEMANDA
Déjame que cosa la palabra rota
para que reviva el mundo.
Déjame suturar heridas
para que llore el dolor del niño
abandonado,
de la niña a la que aplastan los pechos
contra la lujuria
ajena.
Déjame que lancee su costado
para que brote
agua de dignidad
en todas los yugos forzados.
Déjame tranquilo,
con mi conciencia para mí mismo,
no sea que al recoger los pétalos
de las palabras rotas
se fecunde la cordura.
Déjame en paz con nadie mismo.
(Publicado en XX Certamen experiencia y vida, gobierno de Extremadura)
CICLO
Escucho el rumor del día,
su llegada lenta
hasta los párpados.
La vida me habita
y entra desde la calle
a las habitaciones del alma.
Cierro los ojos para ver
y escucho lo callado.
La piel camina
en los poros del alba.
Nada se repite en el rocío.
La savia de los sueños
viste los latidos.
Si tropiezo en la llama
no será
por un mal encendido.
Y si la noche vuelve
en su caricia
percibirá de nuevo
el susurro del día.
(Publicado en libro XX Certamen experiencia y vida, gobierno de Extremadura)
HIGIENE
Los residuos de la vida
se van quedando ocultos
bajo la alfombra de la historia.
No importa.
Un día, un siglo...
Siempre salen a la luz
de la inocencia.
Las horas falsificadas
se limpian
en el agua del tiempo,
ellas solas.
(Publicado en libro XX Certamen experiencia y vida, gobierno de Extremadura)