2º premio, IX Certamen de Cartas de amor del Ayuntamiento de Leioa.
Modalidad D.
La llave
¡Ay!, ¡no sé por qué te escribo esta carta…!, quizá habría sido mejor el silencio, para no reabrir heridas, para que esta llave de abrir palabras no se sienta ofendida, o para que mi rostro, mendigo de sonrisas, no se aleje más de ti, y no tenga que seguir espiando la noche, lejos del abrigo de tu piel, al raso, como en este muro de soledad que me cierra a cal y canto entre las cuatro paredes de tu lejanía.
Sólo tú lo sabes. Vivo desposeído de la vida, lejos de tus pasos, esperando que cuando se desaten las tormentas pueda estar ya cerca de ti, bajo el cobijo de tu presencia, rehén de tu ternura, sin más tatuajes que los que se mueren día a día en la memoria.
Es tu ausencia lo que me acobarda. La vida, si la saboreas por este lado, tiene sabor amargo. Y yo sólo quiero errar bajo tu nombre, bajo tus silencios, detrás de ese perfume que se aleja con tu rostro, y esa hermosura que se va quedando grabada en las huellas del aire. ¿De verdad que no te habías dado cuenta? El aire es como la hierba, cuando se atraviesa van quedando huellas, aunque luego se endereza, y sólo los pájaros lo saben, por eso necesitan dibujarse con sus trinos en el aire, por eso cantan sólo cuando queda amenazado el silencio.
Espero que me respondas. Ya ves que mis sueños se avivan en tu fuego, que mi espacio necesita tus espacios, te lo prometo, no volveré a reducirte en una circunferencia de mi yo. Respetaré tus decisiones. Llenaré mi vaso de silencios, aunque reconozco haberlos roto ya con esta carta. ¿Cómo acertaré? ¿Es que sólo soy capaz de clavar gemidos de ausencia?
Me vestiré con tus pétalos. Caminaré hasta el mar y recogeré toda la sal para mantener vivos todos tus recuerdos, para que no se rompan, para que su delicadeza permanezca siempre, y yo pueda sostener las olas, de una en una, hasta que sea capaz de reconocer que si te pierdo no volveré a moverme de esta playa, y todos mis movimientos serán como los del robot al que se le acabaron los sentimientos.
No tengo miedo a la muerte, pero sí temo perderte. Después me llamarás mentiroso, porque sabes de mis miedos y de mis frágiles temblores. Pero sé que te reirás de nuevo con esta frase, y me llamarás de nuevo, y volveremos a sentarnos en los bancos de tus misterios.
Ya no sé si es el corazón de luz o el corazón de tristeza el que habla. Quiero cerrar estos instantes con la llave de cerrar palabras y no la encuentro. Porque temo que siempre falte una más. Porque sigo sopesando la estela de tus vuelos, el recuerdo de tus ojos de color verdad, el cáliz de tus horas vivas.
Respóndeme, por favor. Devuélveme la llave de abrir palabras.
Jose Serna Andrés