Diario Palentino
MEZCLAR RAÍCES
Esta mañana, antes de poder abrir los ojos de verdad, me han preguntado: y tú… ¿a qué vienes a Astudillo? Inmediatamente he respondido: a buscar raíces: a recordar a mi abuelo José, el guardia, ya enfermo, cuando estaba a punto de tocar la orla de Dios, a desayunar sopa castellana en el fuego de mi abuela Serviliana, a escuchar sus frases sabias, su caminar renqueante por la casa, a que me pregunten por mi madre, la Vitoria, que era, ante todo, buena, y buena madre, haciendo honor al pueblo de mi abuela, a buscar a mi padre Ambrosio, después de ir a Torre, o después de jugar la partida de cartas…
Pero… ¿sólo vienes a eso? ¿No te gusta ir junto al río a asar sardinas? ¿No sueles ir a merendar a Torre? ¿No te gusta ir a la piscina? ¿No te gusta andar en bici por estas carreteras? ¿No te gusta caminar por los páramos? ¿No te gusta el lechazo? Me han vuelto a preguntar.
Pues claro que me gusta, pero no vengo a eso. Vengo a buscar raíces, porque así caminamos en la vida, buscando nuestras raíces, adentrándonos en los arroyos de nuestros recuerdos maduros e infantiles, con cangrejos o sin ellos, subiéndonos al trillo de nuestras ilusiones, y dando vueltas, una y otra vez, a la mula, al tractor, o a la cosechadora de nuestras ilusiones o lamentos.
Quien no tiene raíces no sabe orientarse. Y eso les queremos decir, Gema y yo, una y otra vez, a mi hijo y a mis dos hijas. Eso respiran cuando damos vueltas al pueblo, o cuando subimos a la Mota, a pasear nuestros recuerdos por los tejados del pueblo, mientras se esconde el sol con ese vestido rojo que se pone cuando quiere despedirse entre las espadañas de las iglesias y las miradas embelesadas de quien es capaz de apreciar de verdad la belleza.
Y es que no queremos hablar ahora de diferencias legítimas que enriquecen, porque otras tierras, otros paisajes también tienes raíces. Venimos a Astudillo recogiendo el polvo de la tierra, el aire azul, el agua, la savia de los árboles. Y nos damos cuenta de que sus raíces, aunque no sean las únicas, también son las nuestras. Y las mezclamos afanosamente porque en este mundo ya no hay islas, sino raíces frescas bajo la tierra que intercambian su pasado y sus sentimientos para crear nuevos lazos de unión entre las gentes.
Nos gustan las tierras sin fronteras, las raíces que se riegan con los brazos abiertos, el pluralismo necesario,
Sólo nos da pena que cuando nos preguntan: ¿Y tú de quién eres?, no sepamos dar ya apenas referencias.
José Serna Andrés